domingo, 12 de abril de 2015

El día que fuimos los pinta-parques

Hace pocos años, cuando estábamos estudiando en la universidad pasábamos mucho tiempo en los parques de los alrededores y la mayoría del tiempo creando, imaginando o inventando.

No era raro que cualquiera de nosotros llevase en la mochila todo tipo de materiales con los que desarrollar una auténtica performance en cualquier momento, pero recuerdo una tarde en particular.

Era un parque nuevo, nunca habíamos estado ahí, y nos encantó su disposición. Como quien no quiere la cosa comenzamos un diálogo sobre lo importante de los parques bien planteados y empezaron a llover las ideas.

Poco rato después cada uno contaba con una caja de tizas y el parque vacío parecía que gritaba “¡Que empiece ya!

Increíble fue como pasaron las horas y como el parque pasó de ser corriente a ser un auténtico espacio de juegos, con su circuito de Ed. vial, pasatiempos, laberintos y demás propuestas de juego. No sé cuánto tiempo estuvimos allí, pero sí recuerdo como lo disfrutamos.

Así de mágica es la educación, que se esconde detrás de cada idea y de cada reto. Cuando eres maestro/a lo eres todo el tiempo y no puedes dejar de serlo aunque decidas esforzarte en ello.

Como podéis imaginar los primeros que jugamos fuimos nosotros, hicimos unas cuantas fotos y nos despedimos hasta la mañana siguiente prometiendo pasarnos por allí para ver las reacciones de los más pequeños del lugar.

La lluvia se encargó de borrarlo pocas horas después,  y nuestra genial idea quedó en los charcos, en los que seguro chapotearon varios niños sin saber los juegos que escondían.


Nosotros prometimos repetirlo, seguro que lo recordáis. Desde aquí llamo a aquel grupo de locos maestros que dejaron una genial idea en los charcos de un parque, todavía podemos ser los pinta-parques.



Cristina Requeijo

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