Hace pocos
años, cuando estábamos estudiando en la universidad pasábamos mucho tiempo en
los parques de los alrededores y la mayoría del tiempo creando, imaginando o inventando.
No era raro
que cualquiera de nosotros llevase en la mochila todo tipo de materiales con
los que desarrollar una auténtica performance en cualquier momento, pero
recuerdo una tarde en particular.
Era un parque
nuevo, nunca habíamos estado ahí, y nos encantó su disposición. Como quien no
quiere la cosa comenzamos un diálogo sobre lo importante de los parques bien
planteados y empezaron a llover las ideas.
Poco rato después
cada uno contaba con una caja de tizas y el parque vacío parecía que gritaba “¡Que
empiece ya!”
Increíble fue
como pasaron las horas y como el parque pasó de ser corriente a ser un
auténtico espacio de juegos, con su circuito de Ed. vial, pasatiempos,
laberintos y demás propuestas de juego. No sé cuánto tiempo estuvimos allí,
pero sí recuerdo como lo disfrutamos.
Así de mágica
es la educación, que se esconde detrás de cada idea y de cada reto. Cuando eres
maestro/a lo eres todo el tiempo y no puedes dejar de serlo aunque decidas
esforzarte en ello.
Como podéis
imaginar los primeros que jugamos fuimos nosotros, hicimos unas cuantas fotos y
nos despedimos hasta la mañana siguiente prometiendo pasarnos por allí para ver
las reacciones de los más pequeños del lugar.
La lluvia se
encargó de borrarlo pocas horas después,
y nuestra genial idea quedó en los charcos, en los que seguro
chapotearon varios niños sin saber los juegos que escondían.
Nosotros prometimos
repetirlo, seguro que lo recordáis. Desde aquí llamo a aquel grupo de locos
maestros que dejaron una genial idea en los charcos de un parque, todavía podemos
ser los pinta-parques.
Cristina Requeijo
No hay comentarios:
Publicar un comentario