domingo, 23 de noviembre de 2014

Loraila

    Loraila era una niña que vivía en un barrio humilde, en una casita que compartía con sus padres, sus hermanos y sus abuelos. Ella era muy feliz allí, jugando en la calle con el resto de niños del barrio, bajo la atención de su abuela que se sentaba en la puerta de la casa y su abuelo que con un guitarra, pasaba las tardes entre cantes y bailes, rodeado de vecinos acompañándole.

    Cuando llegaba el momento de ir al colegio, Loraila se entristecía porque ella no era como sus compañeros. Sus profesores siempre la regañaban, porque le costaba mucho leer y no entendían lo que escribía. Y sus compañeros se reían de ella al escucharla leer en alto. Loraila no podía evitar sentirse muy mal consigo misma y lloraba escondida en  el baño después de las clases.
En la clase de matemáticas, Loraila tampoco brillaba, le costaba mucho sumar y restar. Ella no entendía porque no podía ser como sus compañeros, porque era tan diferente y porque era tan mala en todo, como sus profesores la decían.

    Se acercaba el festival del colegio, y toda la clase, junto con la maestra, estaban preparando un baile. Cada día ensayaban y Loraila pensaba en su hermano bailando y le entraba la risa, al ver que después de tantos ensayos, el baile seguía sin salir bien.

    Llegó el día esperado, el día del Festival, y todos estaban muy nerviosos, todos menos Loraila. Cuando llamaron a su clase para que subiera al escenario, de los nervios, todos se pusieron a llorar y no querían salir a actuar. La profesora desesperada, no sabía que hacer. Entonces Loraila se acercó a ella y le dijo que ella podía salir sola. La profesora no se lo creía, pero no podía hacer otra cosa, así que haciéndola caso, la dejo salir. Loraila salió corriendo a buscar a su abuelo, que siempre llevaba la guitarra con él, a su hermano y a su madre. Entre los cuatro realizaron una actuación que acabó con un estruendo de aplausos y toda una sala en pie.

    Todo el mundo la felicitaba, y al ver las reacciones de la gente, Loraila se emocionó y aceptó que ella podía no ser brillante leyendo y sumando, pero que en el baile ella era feliz. Sabía cual era su camino en la vida y por primera vez, se sentía orgullosa de sí misma.



Gloria Ruiz Izaguirre

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