No os miento si os digo que a
veces la educación tiene sus cosas menos buenas. En ocasiones te encuentras
atado por planes absurdos, barreras que no pueden ver cuánto están parando y
decisiones inexistentes…
A menudo hablo de la música, pero
hoy quiero hablaros de arte, de la creatividad, del color, del movimiento. Otra
de las grandes olvidadas en las altas esferas de la educación.
Alguien debería explicar a los
que deciden, que no lo hacen por ellos.
Deciden por otros que, aunque más pequeños, presentan mucho más sentido común
que los grandes. Y nadie les pregunta, o peor, no se les tiene en cuenta. Se toman decisiones porque unos
parecen tener claro lo que quieren que sean. Pero ¿qué quieren ser ellos?
Qué hacemos con esos niños que
muestran una sensibilidad especial hacia el arte, hacia la música, el
movimiento, la expresión. Aquellos que sin duda podrían colocar la estrella en
lo alto de la pirámide de Maslow solo con dejarles escalarla y ayudarles a
conseguir los recursos necesarios. Sin la música y el color en la mochila, a
muchos el camino se nos hace demasiado largo.
Nosotros estamos aquí para ayudar
a hacerlo posible. Para llenar esas mochilas con ilusión, fuerza, alegría y
entusiasmo. Y para que todos lleven la mochila llena es imprescindible tocar
todos los palos.
Por eso defiendo el arte, porque defiendo los procesos de
aprendizaje imborrables, marcados en el cuerpo, dejando que este adquiera el
aprendizaje por sus propios medios. Accesibles a grandes y pequeños
Color, movimiento, risas,
sensaciones, amigos, risas, frio, calor, equilibrio, risas, aprendizaje, unión,
apoyo, compartir, otoño y risas.
Cristina Requeijo Gómez
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